Ictus, infartos, estilo de vida

La desgracia ha golpeado al portavoz del PSOE Alonso, y desde aquí le deseo lo mejor a él y a su familia. Mi abuela sufrió un ictus en mis brazos cuando yo no pasaba de los 15 años, y esa imagen la tengo grabada para siempre. Luego, como médico, he visto y atendido a cientos de pacientes con accidentes cerebrovasculares (ACV), pero es una enfermedad que nunca dejará de impresionarme.

Un día te levantas y eres una persona capaz, independiente, autónomo y, de pronto, sin esperarlo y sin aviso, una arteria del cerebro se bloquea y, dependiendo de qué arteria es y de qué territorio cerebral irriga, se produce la catastrofe. Mi abuela cayó sobre mí, inmóvil, y sin poder articular más que ruidos incomprensibles. De hecho no pude con ella y cayó al suelo. Medio cuerpo quedó paralizado para siempre y su capacidad de hablar quedó limitada severamente.

Existen muchos tipos de ACV. Si uno tiene suerte podría sufrir un ataque isquémico transitorio (AIT). En este tipo, el bloqueo arterial es temporal y la circulación sanguínea se restablece a tiempo para que el cerebro no sufra daño permanente. Espero que este sea el tipo de ACV que ha sufrido el exministro. Es una especie de aviso. Aviso de que nuestro estilo de vida no es compatible con la salud.

Hipertensión arterial, tabaquismo, dieta, obesidad, colesterol, son todos factores que ponen a uno en peligro. La hipertensión es probablemente la más importante. Además de factores genéticos, fundamentales, el estilo de vida "occidental" (poco ejercicio, dieta hipercalórica y grasa, ingesta de sal elevada, sobrepeso) favorecen la hipertensión. El tabaco añadido favorece la arteriosclerosis, que no es más que el depósito de placas de grasa en las paredes de las arterias que después pueden liberarse y bloquear arterias más pequeñas. El resultado: tapones en las arterias que impiden que el cerebro reciba la sangre necesaria para mantenerse vivo. La región del cerebro que no recibe sangre se necrosa (muere) y las funciones que esa región dirige, desaparecen.

El título de este artículo incluye la palabra "infartos". En definitiva, un infarto es lo que acabo de describir, es decir, la muerte de tejido por falta de riego sanguíneo. No importa en qué órgano ocurre. Si se tapona una arteria coronaria, se produce un infarto de miocardio. Si se tapona una arteria pulmonar, se produce un infarto de una sección del pulmón (afortunadamente no tan grave). Obviamente, las consecuencias no son las mismas en todos los órganos. Un infarto de órganos claves como el cerebro o el corazón tienen consecuencias dramáticas y muchas veces fatales. En casos menos severos, las limitaciones que quedan de por vida no son desdeñables.

La buena noticia es que todo esto puede prevenirse, o por lo menos podemos influir en el grado de riesgo. ¿Cómo? Con ejercicio, dieta sana, tratamiento de la hipertensión y de la hipercolesterolemia, dejando de fumar.... Fácil ¿verdad? Si uno piensa en las ventajas, es menos difícil.

Información y Medicina 2.0

La explosión de las redes sociales está cambiando el día a día de muchas profesiones. Quizás donde más se manifiestan estos cambios es en el periodismo. Recientemente el Director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, usuario de Tweeter desde hace no más de 2 meses más o menos, convocó a 100 tuiteros, entre los que tuve el honor de encontrarme, en la sede de su diario para hablar precisamente de la influencia que están teniendo las redes en nuestras vidas. La mayoría de los asistentes eran periodistas, pero había representantes de muchos grupos diversos, desde la Medicina (servidor) hasta las Fuerzas del Orden Público.
Claramente se pudo ver cómo las redes sociales y, en particular Tweeter, son ya parte del quehacer diario de muchos profesionales de la información. Y para los usuarios, estas nuevas formas de comunicación están suponiendo un cambio drástico en cómo recibimos la información. Las noticias y los análisis son más inmediatos, con las ventajas y los riesgos que ello supone. Por ejemplo, alguien le preguntó a Pedro J. acerca del riesgo que la exigencia de rapidez pueda tener sobre la necesidad de contrastar fuentes, riesgo que según él es real.
En Medicina estamos aún en los inicios de este boom. En los EE.UU. ya hay muchos hospitales y médicos que se aprovechan de estos medios nuevos para comunicarse con sus pacientes. En España este fenómeno se encuentra aún en la más tierna infancia. Varias son las ventajas, pero también hay que destacar los riesgos e inconvenientes.
Por un lado, los pacientes siempre anhelan tener un acceso fácil a su médico o, en su defecto, a un recurso médico que pueda proporcionar ayuda en cualquier momento. Tradicionalmente los médicos hemos establecido barreras y no hemos facilitado este acceso fuera de horas de trabajo. Por ejemplo, es raro que un médico le dé a un paciente su número de teléfono personal. Pero las redes sociales, en mi opinión, proporcionan esa inmediatez a la vez que permiten al médico mantener un control sobre su tiempo de comunicación. Además son medios de comunicación cómodos y directos.
En el lado negativo hay que destacar los riesgos de que pueda violarse la confidencialidad de los pacientes. Por ejemplo, una comunicación pública por Tweeter con un paciente sería intolerable y una clara violación de la ley (penal y deontológica). Pero usar estas redes para mantener una vía abierta siempre y cuando se permitan comunicaciones privadas, podría ser una opción. La pregunta clave es si estas comunicaciones privadas realmente lo son. Yo personalmente lo desconozco.
Un recurso potencialmente útil es el blog. Es una herramienta con la que los profesionales de la salud (enfermeras y médicos) pueden educar e informar a pacientes y a lectores interesados de forma periódica. Aquí también es preciso seguir muy estrictamente los límites de la confidencialidad. Por ejemplo, no sería correcto que un médico comentase la enfermedad de un paciente real, ni siquiera obviando sus datos personales. En los EE.UU. ya ha habido demandas y despidos de médicos por esta razón. Si existe la más mínima posibilidad de que alguien, aunque sólo sea una persona, pueda identificar al paciente, se está cometiendo un grave error y, probablemente, un delito.
En definitiva, el crecimiento exponencial de las redes sociales va a cambiar considerablemente la forma de trabajar de muchos profesionales en todo tipo de campos. El camino será rápido (no hay más que ver cómo crecen los seguidores de algunos periodistas), pero lleno de baches. Habrá que recorrerlo, pero con mucha precaución.
¿Qué opinan? Espero sus opiniones y experiencias.